El atardecer era cálido, con un tinte de rojo, igual que este suelo regado con sangre, a mi lado uno de ellos, y a mi alrededor muchos otros que yacían muertos hace ya dos días, parecían dormir, solo que no volverán a despertar.
Al día siguiente observe al sol que parecía enlutar, y cubierto por nubes amaneció y anocheció. Cuando ya solo quedaba su tenue luz, dos hombres llegaron al campo. Les vi vestir largas túnicas negras y tenían gorras que cubrían su cabeza descubriendo solo su rostro, caminaban lento como melancólicos, a pasos lentos y nunca levantando la mirada, venían con grandes carretas y rastrillos, con los cuales comenzaron uno a uno a subir cada inerte ser que quedaba a mi alrededor, los lanzaban sobre una de las carretas y seguían con el próximo, así hasta que llegaron a mi lado, donde también reposaba mi fúnebre acompañante, de un solo movimiento uno de ellos lo subió a una de las carretas, tras eso se acercó a mi, una vez a mi lado pude verlo mejor, aunque su túnica no me permitía ver mucho, note que llevaba unos guantes, los cuales se quito cuando se detuvo a mi lado, acercó su rostro, el cual denotaba mucha tristeza, por lo que no pude no compadecerme de tal sujeto que parecía cargar con todas las penas de estos muertos, me tomo con sus manos desnudas y me puso sobre los otros cuerpos. Los dos hombres se fueron en direcciones opuestas, cada uno con una carreta llena de cadáveres sin alzar la mirada al cielo ni mirar atrás.
Nos llevan a un cementerio, o eso es lo que parece, pensé para mi, ya que mis amigos me contaron sobre un lugar donde llevaban a morir a los nuestros, donde terminaban secos y convirtiéndose en polvo, y ese lugar que divisaba se me hacia similar a lo contado, eso supongo. Me bajaron primero, pero me hicieron a un lado, y tomo a uno de los cadáveres. En aquel lugar habían varios agujeros, y el hombre comenzó a depositar cada cadáver en el agujero que correspondía al ultimo lugar de estancia permanente, también iba tallando en las piedras que habían para cada hoyo algo que no lograba comprender. Uno por uno fue colocando los cadáveres hasta el ultimo, que coincidió cuando se coparon todos los agujeros, se voltio a mi, y me miro, me coloco sobre uno de los agujeros después de cubrirlo con tierra. El sol ya estaba saliendo cuando su obra estuvo terminada, se fue con la misma mirada, el mismo caminar de cuando llego al campo, sin volver la vista atrás.
Esa mañana estuvo fría, el sol que estaba en lo alto no calentaba pero aun así gente llego al lugar, todos vestidos de negro, caminaban lento, y me miraban al pasar, pero seguían de largo, luego se detenían sobre una de las otras tumbas y se quedaban ahí un buen tiempo, horas mirando la piedra que había tallado el hombre. Así fue durante todo el frió día que transcurrió lento, trágico.
Anocheció de repente, sin siquiera darme cuenta cuando ya la luna estaba bien arriba ya casi invisible por nubes que cubrían casi todo el cielo, poco después comenzó a llover, agua, que santo bien que ya en estos momentos perdía todo valor, llovió toda la noche y todo el día que le siguió, como si los ángeles lloraran por los muertos, que aquí en este lugar reposaban. Se fue el sol y con el las nubes y la lluvia, seguidos de una gran luna que ilumino toda la noche.
Amaneció como cualquier otro día, hacia frió y el aire estaba húmedo y espeso, la silueta de una mujer apareció en la entrada, solitaria, comenzó a avanzar hacia nuestro lugar de reposo, y una vez frente a el, se detuvo y nos contemplo, a mi y la lapida que se encontraba a mi espalda, estuvo quieta durante horas, supongo que vino por el, porque bien difícil se me hacia la idea de que alguien me viniera a visitar, se inclino y se me acercó, su rostro triste, como el de todos los que vi pasar, era hermoso y joven, ella me tomo, y sin mas que hacer nos dirigimos hacia la entrada, y luego al campo amplio por donde creo que ella había venido, dejando solo a mi fúnebre compañero.
Nuestro destino debe estar lejos aun, quizás por ello no vino con todos los demás hace ya dos dias, ya no importa, comenzamos a subir un cerro, en la cima se lograba divisar una cabaña, pero nada mas que eso se podía decir desde esta distancia, la cuesta era empinada y a la mujer parecía costarle trabajo, quien sabe… una vez en la cima, puede apreciar todo a mi alrededor, no se veía ninguna casa a lo lejos, ni siquiera el cementerio, la antigua casa, daba un aire a melancolía, sus vidrios sucios y sus añejadas murallas te reflejaban su duro pasar por los años. Entramos, la casa crujía al compás del viento, era alta, tenía un segundo piso al cual subimos directamente. Me coloco sobre una mesa al lado de la ventana, y se tendió sobre una cama boca arriba. Miro el techo durante las últimas horas de sol que quedaban, no se que pensaría, pero creo saberlo, sueña, sueña mirando el techo, y quizás mas allá, y así continua hasta que el último vestigio de sol se perdió y ella cerro sus ojos.
“Salude a mi marido… estaba a mi lado…me dijo tiernamente que la guerra había terminado ya con una sonrisa en el rostro… no dijo mas… yo continué sirviendo el desayuno… cuando termine, solo me senté a mirarlo… sabia que estaba a mi lado… pero su mirada, su espíritu no estaba aquí… no dijimos mas, hasta que la puerta comenzó a sonar… cada vez mas y mas fuerte…”
Despertó golpe, parecía asustada, la puerta sonaba fuerte y ella seguía acostada, parecía no querer levantarse, el ruido continuó unos minutos, se callo… y luego un fuerte estruendo seguido de pasos que advertían la presencia de mas personas, subieron rápidamente las escaleras, pasaron a mi lado sin mirarme y mataron sin decir palabra a la joven, me miraron un segundo y luego se volvieron a la mujer, uno de ellos, que tenia un liquido, lo empezó a verter sobre la mujer y el cuarto, una vez terminado, todos salieron y prendieron fuego a todo en este lugar, yo solo me dedique a ver al sol amanecer hasta que el humo cubrió cada espacio de la pieza y el fuego comenzó a abrazar todo a mi alrededor, la mujer, que estaba inerte como los hombres del campo, tenia una expresión que era distinta a la de los hombres que irrumpieron en mi campo y que murieron por causa de los de su misma raza, no se movía mientras el fuego la consumía lentamente como a la cama, el suelo, la mesa… mis pétalos comenzaron a marchitarse, luego se encendieron y consumieron quedando en cenizas, luego mi tallo hasta mi corazón, que ardió durante un segundo y se extinguió, y morí, 7 días después de los sujetos el campo, sobre una mesa al lado de la ventana de una casa sobre la montaña, después de ver morir a una mujer triste en su cama al amanecer.