Cuando la noche llega a su ocaso,
pienso en las cosas de las que escaso,
de las dudas y certezas,
que se pierden solas en tenues trazos.
Pero feliz me siento por aquello,
por no definir con certezas ello.
Sin conocer el futuro,
siempre con algo nuevo, algo bello.
Y a saber bien que aquel anhelo,
de que a un mar tienda mi anzuelo,
soñando el poder pescar,
sin que nunca las dudas marquen cero.
Y es a esto el único miedo,
a caer angustiado al mar muerto,
a ver todo terminado,
sin poder alzar la vista al cielo.