sábado, 14 de mayo de 2011

Aquella noche

Cuando el sol muestra el ocaso del día,
sentí mi existencia perdida,
sentí mi propia mente vacía,
que caminaba lánguido por esta vida.

Sentí que paso a paso muero,
que quien fui ahora es recuerdo,
que la luna en lo alto del firmamento,
se rehúsa a hablarles a mis pensamientos.

Así la noche llegó a ocultar el miedo,
a apagar las luces de este momento,
a perderme en un silencio muerto,
y a olvidarme de aquel reflejo tuerto.

Pero cuando la quietud se volvió tortura
escuché palabras claras y puras
que fueron las últimas y mas duras
aunque colmadas de nostalgia y dulzura

Dime entonces ¿donde estas?, me pregunto la luna.
Dime ¿porque te vas sin decir palabra alguna?
¿porque no dejas libre aunque sea solo una?
aun que sea aquella sin ninguna fortuna.

Yo sigo aquí, le respondí con espanto.
¿Acaso no me ves cuando yo te hablo?
¿Acaso no oyes las lágrimas de mi canto,
ni las palabras que libres van andando?

Pero la luna continuó replicando,
no eres tu quien está hablando,
no solo palabras estoy buscando,
y solo mentiras estoy escuchando.

Y sin poder decirle que esperase,
sin poder decirle que no se marchase,
la noche no dejó que me acercase,
no dejó que las mentiras la alcanzasen.

Entonces miré mi rostro y mis manos,
miré mentiras y acciones en vano,
miré todo aquello que había ganado,
por ignorar mi propio camino esbozado.


Y ahora cuando veo al cielo apagado,
miro el reflejo que la luna había buscado,
miro a mi pasado luchando solo y cansado,
pero que batallaba por ser él a cada paso.

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