A veces miro inquieto,
El cielo o en su defecto
El techo viejo y reseco,
Cuando empiezo un monólogo.
Y las palabras que no digo,
Aun cuando yo las percibo,
Golpean fuerte a cada latido,
Pidiendo que mis ojos las proclamen.
Pero mueren ambos mudos,
Y en la respiración hago un nudo,
Lamentando a cada segundo,
No poder llorar por lo vivido.
Y tal es el infame tormento,
Que a la muerte miro contento,
Que de solo recordarla un momento,
Recuerdos renacen todas las heridas.
Pero sigo aquí sentado,
Viendo un gris retrato,
Con un idiota sentado a mi lado,
De nombre vida y apellido muerte.
Pero sigo aquí escribiendo,
Tan solo sonriendo,
Mintiendo cuando estoy muriendo,
De una lágrima no haber derramado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario