lunes, 20 de septiembre de 2010

La tortura de no llorar

A veces miro inquieto,
El cielo o en su defecto
El techo viejo y reseco,
Cuando empiezo un monólogo.

Y las palabras que no digo,
Aun cuando yo las percibo,
Golpean fuerte a cada latido,
Pidiendo que mis ojos las proclamen.

Pero mueren ambos mudos,
Y en la respiración hago un nudo,
Lamentando a cada segundo,
No poder llorar por lo vivido.

Y tal es el infame tormento,
Que a la muerte miro contento,
Que de solo recordarla un momento,
Recuerdos renacen todas las heridas.

Pero sigo aquí sentado,
Viendo un gris retrato,
Con un idiota sentado a mi lado,
De nombre vida y apellido muerte.

Pero sigo aquí escribiendo,
Tan solo sonriendo,
Mintiendo cuando estoy muriendo,
De una lágrima no haber derramado.

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