jueves, 23 de septiembre de 2010

Intranquilidad

Cuando mi mente perturbada,
Que de ideas borbotadas,
Se me olvida hasta lo que hice ayer,
Y no pienso en el mañana ni perecer,
Ni crecer,
Ni mecer, cual ambición,
Que buscando paz hago canción,
Y las monto en un avión,
Aquellas ideas sin sentido, sin nación,
Sin razón,
Pero igual celebran mientras las destierran,
Mientras desahuciadas de mi cabeza,
Su fuerza no cesa,
El recuerdo pesa,
Y el pensar se vuelve laxo,
Se vuelve presa,
De la desesperación,
Del miedo,
Y el corazón,
Del tiempo y su extensa narración,
De la política y su eterna discusión,
Pero termino riendo por mí mismo,
Pues no importa cuantas frases escriba,
A cuantas ideas les quite la vida,
Porque calmarme no puedo,
Y donde empiezo es donde quedo,
Donde muero,
Donde mi cabeza toca suelo,
Mi cuerpo parece hielo,
Y el mundo bello,
El mismo mundo ciego,
Lento, simple y descontento,
Ese mundo que puedo olvidarle un segundo,
Una noche, mientras duermo profundo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

La tortura de no llorar

A veces miro inquieto,
El cielo o en su defecto
El techo viejo y reseco,
Cuando empiezo un monólogo.

Y las palabras que no digo,
Aun cuando yo las percibo,
Golpean fuerte a cada latido,
Pidiendo que mis ojos las proclamen.

Pero mueren ambos mudos,
Y en la respiración hago un nudo,
Lamentando a cada segundo,
No poder llorar por lo vivido.

Y tal es el infame tormento,
Que a la muerte miro contento,
Que de solo recordarla un momento,
Recuerdos renacen todas las heridas.

Pero sigo aquí sentado,
Viendo un gris retrato,
Con un idiota sentado a mi lado,
De nombre vida y apellido muerte.

Pero sigo aquí escribiendo,
Tan solo sonriendo,
Mintiendo cuando estoy muriendo,
De una lágrima no haber derramado.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Odio

Porque existen palabras hermosas,
Que describen aquellas cosas,
Que nos unen a todos,
Que nos remecen cuando estamos solos.

Pero tan cruel es decirlo,
Que no hacemos más que omitirlo,
Y ocultamos aquello de otros,
Que nadie vea nuestros rostros.

Pero que ingratos somos,
Cuando leo grabados en tomos,
Discursos a los que alzan las manos,
Quienes después condenan mi relato.

Así a la solitaria palabra,
Que de injusta vida se labra,
Porque todos conocemos el dolor,
Quien no haya sentido odio diga yo.

Y cuanto más indago y pregunto,
Más siento que no puedo poner punto,
Pues a cada pregunta él se muestra,
Como si él mismo respondiera mi encuesta.

Y ante el efímero vacío de mi simple pregunta,
La planto en aquel de mente astuta,
De cual respuesta digna se alce,
Y me diga yo no odio, y respondo porque me place.