martes, 29 de diciembre de 2009

El cielo

Cabalguemos sobre las nubes lejanas,
Tan lejanas flotando en un inalcanzable cielo,
En un ensangrentado cielo,
A donde la brisa que sopla es hielo.
Pero no le tengo miedo,
Y aun cuando solo mis palabras vuelan,
Y alcanzan a ver tras mi techo,
Yo mis sueños no desecho,
Y escalo a cada árbol al paso,
Y aprendo que la distancia estrecho,
Resultados cosecho,
Pero miro al suelo y sigo a él pegado,
No veo a bajo mis pies mi legado,
Y me siento profundamente helado,
Devastado,
De la vida descartado,
Y mis deseos enterrados,
Y cuestiono el ser bueno o malvado,
Ya que mi camino no está marcado,
Que la moral que construía mi escalera,
No era más que cables a la tierra atados,
Y mantenían a los cuerpos cortados,
Amputados de las grandes alas de la gloria,
De conseguir nuestras propias victorias,
De dejar de ser escoria,
De poder volar ante un cielo que de euforia,
De logro él es imagen expiatoria,
Sonido ensordecedor a un alma impaciente,
Que ya abatida por la brisa no siente,
La brisa que siempre creciente,
Que siempre trae sonidos que mienten,
Que borra todas las expresiones
A aquellos que miran la vida sonrientes,
Pero revelo aquello que por lo que escribo,
Y es que ese cielo al cual siempre pido,
A cada paso que por este camino sigo,
No subo escaleras ni pinos,
Sino que es a la misma tierra,
A quien arrastro conmigo,
Pero incluso sin que nos demos cuenta,
El cielo baja cada día un poquito,
Y si tan solo es que creo en eso,
Me basta para no dejar mi sueño,
Y seguir escribiendo versos,
Que si bien son solo palabras,
Y que nunca serán más que reflejos,
Aspiro por un cambio,
Por hacer que pienses en ello.

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