viernes, 15 de enero de 2010

Declaraciones de un inmortal

Tiernos acordes de una guitarra resuenan en mi oído mientras reflexiono sobre el tiempo que ha pasado, las incontables noches, las erráticas lunas y los siempre imponentes soles que anuncian el término de las oscuras y frías noches de cada uno de los cientos de inviernos que he vivido. Mas no son nada con las infinitas lagrimas ya derramadas por los amigos que se han ido, que no has compartido con migo esta agonía, que han muerto ante el pasar del tiempo. Con el tiempo he ido aprendiendo a calmar el desahogo de mi libido, así como el de la amistad y la soledad, pero siento continuamente el vacio del irrevocable calvario que es no dejar de respirar.

Ya llevo 194 intentos de suicido, que lo fueron hasta como la mitad, cuando me resigne y se volvió solo un mórbido placer para matar el ocio que ocupa mi mente gran parte del día. También he recorrido gran parte del mundo, dado que mi invariable apariencia se vuelve sospechosa al no mostrar el dolor de la edad. Otra cosa que me hace olvidar al odioso girar de este planeta es la lectura, no sabría resumirte, siquiera contarte dado el solo recordar es indagar por un océano, que de no tener cuidado, a la menor distracción me puedo ahogar, y tardar días en volver a respirar de la experiencia de este mundo, me ha pasado varias veces, y de hecho, aunque suene algo demente, disfruto perder la conciencia de que ya el día es negro, o que la noche se vuelve a pintar de vivos colores.

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