jueves, 7 de mayo de 2009

El entierro del alma

Una vez vagando por áridos parajes

Me vi ensimismado por temores

Cabizbajo ante un cielo imponente

Oscuro como ataúd por dentro

 

Cercenado por cadenas lentamente

Lúgubres y frías violaban mi cuerpo

Hundían y torturaban mi alma

Y la enterraban dentro de cavernas de olvido

 

Cuando solo flores secas anuncian su presencia

Y la vieja piedra carcomida por los años

Sacian su hambre los inmundos

Y la olvidé entre las telas de las arañas

 

Ahora adormilado bajo la luna y las estrellas

Camino por viejos senderos

Y perdido en una ciudad extraña

Me encuentro una colección de recuerdos

 

Cada uno bien profundo enterrado

Y en lo más alto de la colina

Una solitaria lápida susurraba mi nombre

Que me estremecía lentamente como carisias

 

Develando toda mi integridad

Esa olvidada tumba se alzaba frente a mi

Mi nombre tallado en piedra vi

Entre flores secas lloré a sus pies

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