miércoles, 12 de agosto de 2009

Un cuento

Un testimonio incontable,
De un pasado reprochable,
Y maldito quien hable,
O escriba este cuento otra vez.

Por años siempre perdido,
Es sino misterio hundido,
Que perturba a quien ha sido,
Vivido desconociendo su propia identidad.

Y como el viento susurrante,
Solo soplare un poema hilarante,
Quizás a otros les suene delirante,
Y a otros pueda sumirlos en la tristeza.

Daré comienzo a este cuento,
Presten atención un momento,
Y créanme que no miento,
Por más que les parezca solo un invento.

De lánguidas palabras investidas,
Se viste un niño a escondidas,
En la intimidad de habitaciones idas,
Que hoy son recuerdos alegres en el frío.

Y tras doce regalos de papel,
En una fiesta, sobre un mantel,
Anunciando el final, un cartel,
Egresa a un mundo ajeno sin conocer.

Pero el fugaz pasado ya cobró,
Un espacio vacío quedó,
E imparable el tiempo se fugó,
Junto a razones y emociones del corazón.

Ahora seguir el tiempo que lejos va,
Alternativa de varar será,
Y a paso firme él seguirá,
Sin razones, ni emociones, más con voluntad.

Y comienza a surcar este mar,
Con un barco de rumbo al azar,
Condenado al eterno varar,
Sin una casa a la cual regresar.

Pero aun no acaba nuestro cuento,
Y espero no ser su aburrimiento,
Pero sin saber un último acontecimiento,
Ideas equivocadas serán vertidas en su opinión.

Entonces el niño sin pasado,
Que si bien no está ausente sino rezagado,
Construir de cero fue lo planeado,
De un mundo diferente al que estaba acostumbrado.

Y qué mundos serán sino diferentes,
A todos los que a su lado, indiferentes,
Mundos cerrados desde pequeños, intransigentes,
Aquel que lo juzga ahora, más él la atesora como experiencia.

Cuan rico será entonces el tesoro guardado,
Un tesoro de mil experiencias, nunca cerrado,
Y con una sonrisa doy por acabado,
Un cuento que olvide de quien está inspirado.

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