Mientras el agua mece tiernamente mi balsa,
La fría brisa entumece mi rostro.
Tanto mi ser como mi alma abandono,
Mirando un cielo ajeno mostrándome la espalda.
Y ensimismado en el más profundo silencio humano,
Tarde me percato de aquel sol escondido,
Atónito ante un atardecer rojizo,
En un oscuro y agitado lago reflejado.
Pero la gélida brisa se encabrita,
Y las olas tiernas antes, se alzan ahora,
Y mi intermitente estabilidad se evapora,
Los remos para navegar el silencio se olvidan.
Con puños firmes sobre los verdaderos remos,
La realidad me empuja y volquear intenta,
A frías aguas que solo del reflejo se crean,
En solitario puedes morir por un error menor.
Cuando por fin mi bote a tierra firme encalló,
Las luces de estrellas me acompañan,
La ciudad a pasos es una muerte distinta, desalmada,
Sin miedo avanzo a firmes pasos.
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