miércoles, 17 de junio de 2009

Que hacer en tu aucencia

Cuando miro los ojos distantes,
Que me hacen soñar las profundas fantasías,
Que del edén quedaron marcados,
Acérrimos en mi alma, la perfección.

Hasta los deseos fulgurantes de mis vacilaciones
Quieren parar, y arriesgar por un segundo,
El mundo por tu mano ajena y prohibida.

Prohibida para las lujurias,
Que seden el paso para tu simple y pura esencia,
Callando cuando se impregna el tiempo de tu ausencia.

Pero aun así, viéndote alejarte con una sonrisa,
Que desearía yo haberla arrebatado,
Y por un recuerdo que juega con migo
Y que me miente en sueños que así era.

Soy golpeado por las añoranzas
Sin consuelo de tu parte,
Tus palabras las oigo tras los muros,
Hecho de quienes se cruzan ante mi cuando te observo.

Y busco rodeos largos para acercarme,
Para tocarte, para simplemente oírte expresarte por tus labios,
De tu añorado interior que permanece aun en penumbras
Para quien te visita cada noche en soledad.

Y sin poder más que construirte en mi mente,
De manera superflua, de manera incompleta,
Carente de la chispa que encarnas y emanas a cada paso.

Y sin poder más que soñar despierto
Ante un pequeño saludo tímido,
Que se vuelve despedida fugaz,
Que me aleja de ti, por ser el tiempo mi férreo enemigo.

Y sin poder más que consultar
A quien sin nombre silba entre las maderas de mi casa,
Que permanece solitaria y sombría
Rellenada por mis pensamientos invocándote.

Entonces debo conformarme con lo que tengo,
Conformado con el frio tiempo que te retiene,
Con el frio que se aloja inquebrantable
Como el silencio entre los dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario